domingo, 20 de agosto de 2023

¿FUIMOS FELICES DE NIÑOS?

 

Al entrar en el clima Día del Niño, niña, niñez o como les guste, inevitablemente volvemos a algún o algunos de los momentos de nuestra infancia, o lo que recordamos de ellos.

Los recuerdos son construcciones en nuestra memoria de un momento del pasado, fotografías que atesoramos y que aparecen con y sin voluntad.

En unas extrañas entrevistas televisivas el reportero les preguntaba a unos adultos mayores que recordaban de su infancia y todos hicieron alusión a sus recuerdos agradables, sorprendentemente todos fueron niños felices. Y ojalá todos los niños lo fueran…



Desgraciadamente hay niños tristes e infelices y quizás nosotros también lo fuimos, pero preferimos elegir las fotos que contienen sonrisas, los momentos que nos hacen sentirnos vivos y dichosos.

Yo particularmente recuerdo las fiestas en la Iglesia de mi pueblo donde todos los pequeños y no tanto, nos reuníamos para jugar, participábamos de juegos crueles y con reglas poco claras donde siempre ganaban los mismos. Pero como en los 90 los sentimientos no se demostraban respirábamos hondo y poníamos las esperanzas en el año próximo.

Pero había una revancha y en el bolsillo muy bien guardaba estaba la llave para ese momento glorioso: el sorteo final. Hubo tiempos de bonanza donde cada niño se llevaba un regalo, pero eso no fue en mi niñez. Por aquellos días había un estricto sorteo de juguetes que iban de uno muy pequeño hasta otros grandes y atractivos.

La tarde del domingo el patio de la iglesia estaba repleto de chicos esperando el sorteo. Yo cuidaba de mi número y seguramente vigilaba que mi hermana no extraviara el suyo.

Al final del sorteo una gran muñeca de plástico salió de la bolsa de los regalos que ya habían sido entregados a los felices ganadores, era extraña y su pelo estaba dibujado del mismo platico que la constituía, era naranja y más grande que cualquier muñeca que hubiese tenido.

No recuerdo el vestido, ni el color, pero se paraba en sus grandes pies y sus articulaciones eran tan sólidas que hasta mi hija podría haber llegado a jugar con ella.

Cuando la vi supe que se tenía que ir a casa conmigo, y ahí donde había perdido una y otra vez la encargada del sorteo cantó el número impreso en el papelito verde atrapado en mi mano. Mi alegría fue tan inmensa que por un momento mi eterna vergüenza se esfumó (Sí, era tímida de pequeña), corrí abriendo paso entre los niños y en pocos segundos llegué al pequeño escenario atestado de gente. Sonreí ampliamente al recibirla y rápidamente me perdí en el tumulto. La tomé con una mano y con la otra a mi hermana y nos fuimos sonriendo a casa. Recuerdo ese Día del Niño como el más feliz de mi vida, no tanto por haber ganado la rara muñeca que me acompañó por esos días, sino por la certeza de desear algo con todo el corazón y que eso suceda.

Algunos días fui una niña triste y solitaria, pero lo mejor es que ese día y muchos otros fui feliz y aun lo soy; cuando recuerdo esos momentos de gloria o simplemente cuando algo que deseo con todo el corazón sucede.



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